Ansiedad y depresión

¡Buuuuuuuuuuenos días chic@s!
Hoy voy a hablaros de estos trastornos que conviven conmigo desde hace nada más y nada menos que dos años y que hoy en día aún son un tabú en nuestra sociedad.

Hay muchísimos tipos de trastornos ansiosos y depresivos, pero yo solo voy a hablar de los que he experimentado yo. En primer lugar os voy a dar sus definiciones técnicas:

Trastorno de ansiedad: problema de salud mental que se relacionan con experimentar en exceso ansiedad, miedo, nerviosismo, preocupación o terror. La ansiedad demasiado constante o demasiado intensa puede hacer que una persona se sienta preocupada, distraída, tensa y siempre alerta llegando a dificultar su vida cotidiana.

Trastorno depresivo mayor: los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante un largo período de tiempo. También cambia la manera en la que funciona el cuerpo.
Imagen: Pixabay


Ahora os voy a dar mi perspectiva de ellos, hace tres años yo no era consciente realmente de lo que suponía tener estos trastornos, es decir, yo veía a una persona triste, o a una persona llorando desconsoladamente o nerviosa, y suponía que los padecían, lo que no me imaginaba es que también lo sufrían muchas de las personas que vemos sonreír a diario. También pensaba que era una "elección" de hecho muchísimas veces he utilizado las frases "hoy estoy depresiva" o "me da ansiedad no saber que ponerme", hasta que he podido comprobar en mi propia piel todo lo que conllevan esas dos palabras.

Mis trastornos se desataron después de un shock post- traumático por un cumulo de circunstancias muy duras, (malos tratos, y una perdida importante), viví muchas cosas juntas, y el día que me liberé de ellas de repente me dí cuenta de que no era capaz ni de pensar ni de sentir.. y vosotros direís ¿cómo no vas a sentir nada?¿y pensar? pues os puedo garantizar que yo había salido de mi misma y no sabía dónde estaba. 
En ese momento yo era profesora en un centro infantil, mi sueño desde que era una niña, llevaba un año y medio siendo tutora del aula 2-3 años, y era lo que más feliz me hacía del mundo entero, tenía a mis amigos, mi perro, mi casa, mi familia, mi coche.. ¿que más se podía pedir con 21 años? Era extremadamente feliz y agradecida por todo lo que tenía.
Sin embargo el día que dejé de ser yo, seguía teniendo exactamente lo mismo que el día anterior, no me faltaba nada, y ya no podía sentirme feliz, ni agradecida.
Los primeros días pensé que sería algo pasajero, por lo que pedí unos días de vacaciones en el trabajo y me fuí a casa de mis padres, ellos que eran conscientes del gran shock que acababa de vivir me acogieron encantados, pero lo que parecía que iba a durar unos días empezó a complicarse. Tenía que volver al trabajo un miércoles, y el martes por la tarde llamé a mi jefe explicándole que no iba a poder ir, que me encontraba mal y me dijo que me tomase un par de días más y volviese al siguiente lunes, yo acepté, pensando que solo necesitaba unos días más para pensar con claridad y volver a tener ganas de ir a trabajar, pero por lo contrario, cuantos más días pasaban, más bloqueada estaba, ya no sólo no sentía ni pensaba nada (podía estar horas mirando a un punto fijo con la mente en blanco) sino que ya había dejado de salir de la cama, solo quería estar encerrada, sola y a oscuras durante todo el día.
Como lo que me pasó para derivar en este estado requería de atención médica, al ir a revisión me preguntaron cómo me encontraba, y les explique que no sabía que me pasaba, pero que no era yo, y me dieron automáticamente una baja laboral, yo jamás había faltado a trabajar hasta ese punto de mi vida, pero recibir ese papel me dió una paz enorme, por fin podía quedarme encerrada durante un mes sin tener que dar explicaciones. 
Mis padres empezaron a estar preocupados, pues lo que parecía algo puntual ya estaba siendo duradero, y cuando llevaba tres semanas en casa la situación se volvió insoportable, mi padre no entendía que yo no tenía fuerzas reales para levantarme de la cama y me decía que era una vaga mientras que mi madre me decía que pasase pagina, por lo que cogí mis cosas y volví a mi casa. Allí todo se volvió mucho peor, al fin estaba completamente sola, y dejé de levantarme de la cama incluso para ducharme. Pasaba días y días encerrada en esa habitación, no cogía el teléfono y no me importaba absolutamente nada ni nadie, ni si quiera yo.
Pasé así dos meses más.. hasta que un día me dí cuenta del tiempo que había pasado y decidí pedir ayuda, seguía de baja, por lo que mantenía una parte de mi sueldo, así que decidí empezar a ir al psicólogo, sin decirle nada a nadie por supuesto, por que hasta hacia unos meses yo misma pensaba que eso era de locos, pero llegados a ese punto empezaba a plantearme si yo lo estaba.

Ahí fué la primera vez que alguien me dijo realmente lo que me pasaba; "tienes depresión mayor y trastorno de la ansiedad" , desde ese momento hasta día de hoy, voy al psicólogo y también al psiquiatra.

Al principio me daba pánico decirlo, de hecho las primeras veces que lo conté la mayoría de las personas me miraban como si fuese un perro verde, "¿cómo vas a tener tu eso? Anda ya, fijo que se te pasa". De hecho hasta se creían en el derecho de darme consejos ;" tú lo que tienes es que viajar más, apúntate a cosas nuevas y así conoces a gente, échate un novio, sal más de fiesta.. "me enfadaba muchísimo, pero en el fondo los comprendía, pues yo misma había dado esos consejos en más de una ocasión.

He de decir, que a todos lados iba acompañada siempre de alguien, la mayoría de las veces mi padre, que tuvo que faltar muchos días a su trabajo para que yo no perdiera ninguna de mis sesiones, acompañarme a hacer la compra, al médico.. pues me daba autentica ansiedad el sentirme desprotegida y sola en la calle, cuando yo jamás había tenido ningún miedo. Pasé de ser la persona más alegre e independiente del mundo a depender del mundo. 

Así fué como perdí mi trabajo, después de unos meses en terapia decidí volver a trabajar, pedí mi alta y cuando llegó el día.. no fuí capaz de salir de casa. Me daba pánico ver a la gente, que me preguntasen que me había pasado todo este tiempo, tener que revivir con recuerdos todo lo que había pasado era algo que no podía soportar, por no hablar del tremendo pánico de ir hasta allí sola. Así que cerré la puerta, me metí en la cama, llamé a mi padre y me acompañó al día siguiente a entregar mi renuncia; yo, la niña que siempre había soñado con ser profesora, que me había ido de casa a los 16 años para conseguir mi independencia y cumplir mis sueños estaba renunciando a ellos, por miedo.

En ese momento me dí cuenta de que me había vencido. Me volví a vivir con mis padres, y no mejoró nada, si no que empeoró aún más, seguía dependiendo de todo el mundo, pero ahora fingía, porque además me sentía culpable de que ellos estuvieran preocupados por mí, así que me levantaba cada día de la cama sin fuerzas, me duchaba y desayunaba sin ganas, fingía leer libros cuando en realidad fijaba la mirada perdida sobre ellos y dejaba pasar las horas, cuando mis amigos querían verme o que saliera de casa me inventaba mil excusas (sólo me faltó decir que había cogido el ébola, de verdad), solo salía de casa si era con mis padres, y si me decían que fuese a algún sitio sola, les decía que me hacía más ilusión ir con ellos.

Mi vida se destrozaba por momentos pero yo sonreía de cara a todos, sonreía sin sentir absolutamente nada, pero cuando digo nada es nada, ni siquiera tristeza. A veces sentía rabia por haberme dejado hundir así, por haberme permitido llegar a ese punto, pero nada más. 

Vivir se volvió un infierno, encontrarme a alguien conocido por la calle me provocaba ataques de pánico, no era capaz de responder a un simple ¿Qué tal? y lo que parecían semanas ya eran 10 meses.

Hasta que una mañana me levanté y vi una foto de mi sobrina, recibí una llamada de mí abuela y me dije a mi misma que si no era capaz de levantarme por mi misma al menos tenía que hacerlo por ellas, así que un jueves decidí que tenía que tomar las riendas de mi vida, y el martes siguiente estaba trabajando en Cádiz de camarera. 

He de decir que la decisión era una auténtica locura, pero cuando no tienes miedo a nada, por que dejas de valorarlo todo, no hay nada que pueda ser peor que lo que ya estás viviendo.
Sentí que era ahora o nunca y prefería todo lo malo que me pudiera pasar que seguir viviendo ese infierno 10 meses más. Así que cogí mi maleta y me fuí, sin casa, sin conocer a nadie, sin contrato fijo de trabajo (sólo había hablado con un señor que decía que quería que trabajase para él, pero nada más).

Gracias a Dios, el trabajo era real y pude conseguir piso en dos semanas, poco a poco empezaba a volver a sentir algo, me sentía útil. Allí tenía la ventaja de empezar de nuevo, por lo que no tenía la obligación de sonreír, y eso me daba paz. Los días pasaban, y seguía sufriendo pesadillas recordando lo vivido hacía ya un año, me daban ataques de ansiedad cuando algún conocido me decía que iba a venir a visitarme, porque aunque parezca absurdo, cualquier persona de mi vida hasta aquel día, me recordaba una parte de mi que ya no existía y yo no era capaz de asimilar. 
Además me provocaban ansiedad situaciones cotidianas, y a veces la ansiedad aparecía porque sí, sin motivo aparente, y no me sentía capacitada para hablarlo con nadie, por eso prefería estar sola y vivirlo todo sola, al fin y al cabo, aunque yo era quien más me juzgaba, sabía que era la única persona en la que quería confiar; en mí misma.

Recuerdo estar en la playa, con compañeras del trabajo y empezar a sentir como me invadía la ansiedad mientras tomábamos unos mojitos en la orilla, también jugando con mi sobrina, viendo una película, escuchando una canción por la calle, en medio de una fiesta, mientras cantaba en el coche a pleno pulmón con mi mejor amiga. La ansiedad siempre aparecía, a veces con motivos, otras no, y yo no podía frenarla.

A día de hoy sigo en tratamiento, aunque la depresión me atrevería a decir que ya la he aparcado a un lado, pues he conseguido recuperar la ilusión en muchas cosas, es verdad que estas enfermedades tienen picos de subidas y bajadas, por lo que nunca podemos autodiagnosticarnos como "curados" sin una opinión médica.
Por otro lado, la ansiedad me sigue acompañando en mi día a día, hay gente a la que no he podido volver a ver y a día de hoy les sigo poniendo excusas, me sigue sorprendiendo en mitad de una tarde con amigas, me pasa cuando tengo que tomar cualquier decisión, ya sea grande, o pequeña, y cuando digo pequeña, es pequeña, tipo de que sabor quiero un helado.

Gracias a mi psicóloga, que se llama Carlota por cierto, he aprendido a tomar el control de esas situaciones en la mayoría de las ocasiones, y aunque me supone un esfuerzo enorme, ya salgo sola de casa, hago la compra, voy a clases de nuevo, he encontrado nuevas amigas, y he recuperado algunas de las que había apartado. 

Ojalá la gente pudiera comprender que se siente realmente al tener estos trastornos, ayudaría mucho más a las personas que los sufren a superarlos, o al menos a no agravarlos.

Soy de las que creen que todo pasa por algo, y yo no estaría aquí hoy si no hubiera perdido mi trabajo, así que yo de momento espero aprender a convivir con esto definitivamente y como futura educadora social poder ayudar a gente que se encuentre en estas circunstancias el día de mañana.

Comentarios

  1. ¡Hola Silvia!
    Me ha parecido muy interesante y necesaria tu publicación, al igual que tú yo también he pasado por situaciones parecidas que me impidieron disfrutar del que todos decían que iba a ser el verano de mi vida tras finalizar selectividad. Es de gran importancia que la gente sea consciente de esto, y sobre todo, que no se piensen que por ir al psicólogo, psiquiatra o cualquier otro especialista están locos pues para mi fue la mejor decisión que tomé.
    Muchas gracias por compartir tu experiencia, pues al igual que yo, más gente puede sentirse identificada. ¡Un saludo!

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    1. Muchas gracias por tu comentario Sandra, me alegro mucho de que te hayas sentido identificada y que ayude a normalizar un poco más estas situaciones.A veces da un poco de miedo hablar de ciertos temas...Pero granito a granito se pueden cambiar las cosas. ¡Un abrazo enorme!

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  2. ¡Buenas Silvia ! Me ha emocionado mucho tu publicación , me parece muy útil y necesaria esta información y más si es desde la propia experiencia. Estoy segura de que algún día los tabúes sobre este tema desaparecerán con el trabajo de todxs nosotrxs. Hay que normalizar el ir al psicólogo y decirlo sin ningún miedo . Un saludo y ¡suerte con tu blog!

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    1. Muchas gracias Sara, agradezco tu apoyo y comprensión, creo que serás una gran educadora. Un abrazo

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  3. Hola Silvia!!
    Me alegra mucho que hayas elaborado esta publicación, lo cual quiere decir que te no tienen ningún problema en que la gente se entere o sepa que sufres estos tipos de trastornos o que has sufrido. Te agradezco mucho que te hayas abierto en canal y nos hayas contado tu experiencia desde primera mano, espero que con esto se normalice todo estos de los trastornos mentales y lo de ir al psicólogo. Porque yo veo necesario ir al psicólogo alguna vez en nuestra vida ya que es muy bueno, no pasa nada. Así que normalicemos todo esto y vivamos todos libres porque cada uno es un mundo y a cada persona le pasa infinidad de cosas, por lo que no podemos aislar a nadie por estas cosas ni por ningunas. Gracias por esta entrada semanal.

    Un saludo.

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    1. Muchas gracias Antonio, la verdad es que al principio me pensé muchas veces si publicarlo, pero vamos a compartir 4 años, y me gustaría que al menos entre nosotros no sea un tema tabú. Te agradezco tu comprensión, algún día todos seremos libres en todos los aspectos y creo que trabajando juntos lo vamos a conseguir. Un saludo, espero que estés pasando esta cuarentena de la mejor manera posible.

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